El cine, el séptimo arte, el arte del entretenimiento. Quien iba a decir que con una cámara, un espacio cerrado, un actor y un teléfono íbamos a disfrutar de una de las joyas cinematográficas de esta temporada. Y es que la verdad, ya es muy difícil innovar, pero los vientos de la crisis hacen que los cerebros discurran y los productores busquen buenos productos a buen precio.

Y desde luego, esta producción hispano-australiana es un digno ejemplo. Rodrigo Cortés, el director español, completamente desconocido hasta la fecha, ha realizado una excelente obra que nos mantendrá en vilo a lo largo de hora y media, con una tensión no apta para cardíacos. Sobresaltos, a pesar del escenario, y la situación que parece que no nos va a dar para mucho de sí: Paul Conroy, un transportista, es secuestrado en algún lugar de Irak, y enterrado vivo con un teléfono móvil, una navaja, un zippo y no mucho más. Los secuestradores quieren 5 millones de dólares. Y este es el valiente planteamiento de Cortés. Personajes al otro de la línea telefónica serán los únicos actores que acompañaran a Conroy (Ryan Reynolds) en su angustioso viaje de resultado incierto.

Lo único que no termina de encajar es la sobreactuación de Reynolds en algunas escenas de la película, pero claro, es un difícil papel. El actor canadiense trata de estar a la altura, y en ocasiones lo consigue, logrando atrapar al espectador que se agarra firmemente en la silla, esperando el desenlace de la acción que sobrecoge, por su dureza y realidad, una realidad que muchos han tenido que vivir.

En resumidas cuentas, una película que no debes dejar de escapar mientras siga en cartelera.

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