Sin lugar a dudas, Oliver Stone ha sabido realizar una película sobre un tema muy actual que nos ayudará a comprender un poco mejor la crisis que nos ha tocado vivir gracias a las burbujas de todo tipo: inmobiliarias, especulativas...

La película es una continuación de la ya famosa Wall Street del mismo director. En esta segunda parte nos encontramos con un Gordon Gekko que ha cumplido 7 largos años de cárcel y sale cambiado, tanto por dentro como por fuera. Jake, un joven financiero pierde a su mentor tras el suicido de este al ver el anuncio del cataclismo bursátil de 2008, y Jake decide vengarse de los causantes del mismo y se alía con Gekko, su futuro suegro, mientras que la hija de este insiste una y otra que la reconciliación con su padre nunca será posible.

La obra es una clara crítica a la época que vivímos, así como una crítica agria y dura contra el capitalismo sin ningún tipo de adornos, sin edulcorarla ni adornarla. Por eso, palabras como bonos basura, derivados, burbuja, inflacción y generación ninja, aparecen en un elaborado guión, que a la par es sencillo para comprender el difícil y enrevesado mundo económico. Frases lapidarias del estilo “los monos hacen dinero, los osos hacen dinero, y los cerdos van al matadero” ayudan al espectador a introducirse en la jerga de brokers y ejecutivos agresivos del año 2000. La historia trata de acercarnos más a los personajes a través de la historia de amor que mantienen Jake Moore (Shia LaBeouf) con su futura esposa Winnie (Carye Mulligan) que es a la vez la hija de Gordon. Michael Douglas en el papel de Gordon Gekko brilla con luz propia cuando vemos al Gordon Gekko de la primera parte, porque Douglas representa al mismo tiempo dos papeles: un Gekko sin dinero y arrepentido, y otro con poder y dinero, algo que gusta al espectador que ve este cambio producirse poco a poco en la pantalla por diversos motivos hasta acabar convertido en el despiadado multimillonario de la película anterior. La historia de amor y la relación padre-hija es totalmente plana, no aporta absolutamente nada a la película, salvo quizás, la excusa perfecta para que Jake y Gordon se encuentren de forma casual. La madre de Jake (protagonizada por la genial Susan Sarandon) es una mujer gris sin ningún papel en la trama principal que bien podría haberse ahorrado el director. La pobre Carey Mulligan, ganadora del BAFTA y nominada al Oscar el año pasado, interpreta a una hija triste y enemiga encarnizada de su padre, y cubre la parte de drama que la película pretende transmitir, que el dinero no da la felicidad (y ya digo que esa parte se la podría haber ahorrado el director). Pero Gekko puede estar muy en contra de esto último dado que todo se puede comprar, incluso el amor.
En resumidas cuentas, una interesante película de un excelente director adornada con toques dramáticos que no conseguirán desviar la atención del espectador de la trama central de la misma: el dinero.
 

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